Octubre chileno: La evasión del sistema neoliberal

Por Daniel Canto Molina

Todo explotó con el alza de 30 pesos de la tarifa de la red de metros de Santiago. El mismo día que se hace oficial el alza, el ministro de economía Andrés Fontaine declaraba ante los medios de comunicación que a pesar del alza, los y las trabajadoras “podían madrugar y ser ayudadas a través de una tarifa más baja.” Este discurso del ministro provocó una indignación general pues sus declaraciones daban cuenta, una vez más, de la desconexión y la indolencia social de la élite política.  

Una de las respuestas sociales a esta alza en el precio del metro capitalino fue la evasión del pago de pasajes del metro, estrategia liderada por estudiantes secundarios que entonaban consignas como la de “Evadir sin pagar, otra forma de luchar.”  Esta idea se propagaría al resto de la población entendiendo que evadir no solamente significaba evadir el pasaje del metro, sino que también los compromisos con el sistema social imperante productor de la desigualdad.

De esta manera la crisis social en Chile tiene relación con la contradicción básica entre privilegiados del sistema y abusados por el sistema. La movilización es expresión de una crisis del sistema económico neoliberal y del sistema político que lo ha sustentado desde el regreso a la democracia en 1990 y que en ciertas lecturas, le ha dado a Chile un cierto prestigio de “país modelo” en el concierto latinoamericano, pero que devela lo superficial de aquella tesis y la profundidad del descontento de las mayorías, en tanto sentido de desigualdad social e ingobernabilidad política.  Lo que esta en cuestionamiento son las reglas del juego que fueron pactadas en el proceso de transición a la democracia. Pacto social excluyente entre militares, políticos y civiles que fundan una idea de país modernizante al alero de un empresariado voraz con el tablero a disposición. El pacto implicaba legitimar la constitución de la dictadura de 1980 y poner en marcha el sistema económico neoliberal.  Ambas bases del sistema que hoy maniatan y precarizan a la población.

Otro de los causantes del descontento son los abusos de empresarios, militares y políticos. Los delitos no sancionados a miembros de la elite política-económica como la colusión empresarial,  la financiación ilegal de empresarios a políticos, la corrupción de las FF.AA, la evasión de impuestos, el tráfico de influencias, naturalizaron la injusticia social en el sentido común de la población. En ese contexto la impunidad de los privilegiados del sistema se hizo norma y la sensación de injusticia se acumuló en las y los ciudadanos.

De esta manera el pasado 18 de octubre Chile liberó una serie de energías acumuladas de descontento transformadas en movimiento social. Algunas de las características de esta movilización es que no dependen de las directrices de los partidos políticos tradicionales del sistema democrático actual, tiene un sentido de unidad basado en la horizontalidad y la auto-organización, evidentemente busca la ampliación de derechos sociales (educación, salud, jubilaciones, viviendas)  y responde a una identidad ligada a los DD.HH.  

Hay que seguir atentos el desarrollo de este proceso revolucionario que recién comienza.  Se dio en el gobierno de empresarios de Piñera, un gobierno autoritario en el cual conviven pinochetistas y neoliberales, que hoy día no da garantías de gobernabilidad y que ya amenazó que su brazo represivo esta en los Militares y Carabineros, instituciones que históricamente violan y han violado los DD.HH en Chile.

Por otro lado están las esperanzas de superar al neoliberalismo mediante la presión social que vaya en dirección de una nueva Constitución que asegure una democracia dialogante, participativa e inclusiva, que sume la mayor cantidad de actores posibles.


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