MILEI “AVANZA” EN CONTRA DE LA LIBERTAD, LA IGUALDAD Y LOS DERECHOS DE LAS MUJERES Y DISIDENCIAS

Recientemente, el presidente Javier Milei ordenó que quede prohibido el uso del lenguaje inclusivo en la administración pública nacional así como en documentos oficiales. A su vez, y en concordancia, censura la defensa y aplicación de todo lo referente a la perspectiva de género.

El “libertario” no deja de sorprendernos. En realidad, sigue cumpliendo con lo que dijo que iba a hacer: arrasar con derechos, ajustar, reprimir, derogar leyes que obraban como garantes de esos derechos, cerrar organismos con perspectiva en derechos humanos, entre otras medidas nefastas que está llevando adelante. Así, luego de ordenar cerrar el INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo), el pasado 22 de febrero, ahora prohibió el uso del lenguaje inclusivo y todo lo concerniente a la perspectiva de género.

Esta medida, sin dudas, es una más de las decisiones anti derechos,  discriminatorias, clasistas, misóginas, xenófobas, homofóbicas y desiguales que el actual presidente y su partido promueven. Todas ellas son de una gravedad enorme y responden a un retroceso político, social y cultural sumamente peligroso.

En estos 82 días de gobierno, claramente, han transmitido discursos de odio, segregación, violencia y negacionismo  que nos remiten a lás épocas más oscuras que ha vivido nuestro país. Discursos en los que se encuadran esas medidas que avasallan los derechos de todes.

En ese marco fue que, hace pocos días, prohibió el uso de la “e”, la “x” o la “@” en el lenguaje utilizado en el sector de la administración pública nacional y en documentos oficiales que surjan de la misma y del gobierno en general. También suprimió la perspectiva de género tan importante para cuestionar la discriminación, las desigualdades y la exclusión que, históricamente, han sufrido las mujeres, niñes y la comunidad LGTBIQ+ gracias al sistema patriarcal que ha asegurado el privilegio total (tanto en el ámbito público como privado, social y doméstico, político y cultural, etc.) del sexo masculino hegemónico (los varones).

Patriarcado al que, obviamente, también responde la RAE (Real Academia Española) y la Academia Argentina de Letras que impusieron reglas gramaticales exclusivas que privilegian el masculino genérico/ universal para incluir en él a todas las personas (cosa que, sin dudarlo, no es así), es decir; aquellos sustantivos que hacen referencia a que todas las identidades son de tipo masculino universal androcéntrico (el mundo se interpreta solo desde el punto de vista del varón).

La lengua humana está viva, no es estática, es una construcción social, se transforma y, en pos de eso, debe verdaderamente incluir. Una utilización de la lengua que invisibiliza a otres, a las diversidades: consolida la exclusión, el androcentrismo nombrado y niega a otras identidades que no se equiparan con este tipo de comunicación que se presume única. El lenguaje inclusivo es por ello, sin ir más lejos, una forma de pensar y comunicar (justamente) con perspectiva de género, ya que, reconoce las desigualdades estructurales que afectan, insistimos, a mujeres y diversidades así como a niñes. Bajo ningún punto de vista (pseudo fundamento que utilizan algunes detractores) su objetivo es imponer modalidades de comunicación (como sí lo hace la RAE), sino habilitar nuevas formas que no reproduzcan estereotipos de género (creencias, ideas, roles fijados o cualidades que la sociedad le atribuye a hombres y mujeres como algo “natural y propio” de cada une). Por ello, es sumamente primordial que se promueva en la administración y comunicación pública porque visibiliza diversidades sexuales, culturales y sociales y se sustenta en compromisos internacionales (a los que Argentina adhirió) y en leyes nacionales que se promulgaron en materia de género, Derechos Humanos y Diversidad. Por otra parte, el hecho de reducir al lenguaje inclusivo y a la perspectiva de género a un “negocio de la política” y al uso de la “e”, la “x” o la “@” (como lo realiza el gobierno) es simplista y un enfoque recortado de la realidad que significa negar la historia, a las leyes y a las políticas públicas que se lograron gracias a la incansable lucha de los feminismos y de las comunidades disidentes.

Por todo esto, es muy esencial entender que la imposición que se da cuando al otre no se le brinda ni siquiera la posibilidad de manifestar su significación, o su identidad diferente, provoca una dominación violenta de parte de quiénes siempre han tenido privilegios (y desean mantenerlos o recuperarlos “a cómo de lugar”) y han subordinado y oprimido a aquelles que no encajan en los ya mencionados estereotipos de género ni en la heteronormatividad (“les heterosexuales son la norma, la única orientación sexual aceptada; y los géneros son solo dos: masculino y femenino). Dicen que “quién ‘nomina’ domina” y es el lenguaje inclusivo con perspectiva de género el encargado de desterrar esto.

Por último, es primordial no seguir replicando aquel debate “popular” que culmina “justificando” (desde lo cotidiano) este tipo de censuras y prohibiciones: “¿tanto que exigen la ‘E’ porque no enseñan e incluyen la lengua de señas?”. Brevemente, aquí, valdría aclarar que “una cosa es un lenguaje de accesibilidad que representa y visibiliza a las personas con discapacidad o con diversidad funcional”  y “otra es un lenguaje inclusivo de género que representa y visibiliza a las personas con identidades femeninas, no heteronormadas y diversas”, como explicamos más arriba.

Definitivamente, ¡no se deben mezclar las cosas!

¡Aquellas personas que se niegan a nombrar el mundo de otra manera es porque cambiar la manera de nombrar el mundo obliga a pensar en otros mundos!


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