La pedagogía en tiempos de pandemia

En estos días de pandemia, de aislamiento y bombardeo mediático, mucho se ha escrito sobre la educación virtual. 

Que si llegó para quedarse o si es sólo para paliar el momento. Que es un negocio que imponen las empresas que hacen plataformas virtuales y que estaban intentando desde hace mucho tiempo imponerse.

Del malestar de los y las trabajadoras de la educación, que sin condiciones materiales o sin los saberes necesarios para dar clases virtuales, se las ingenian para hacerlo. Aún sin conexión a internet. Con la ansiedad de dar contención y poder estar conectados con sus alumnos, soportando muchas veces a las conducciones escolares que les plantean que hay que dar clases “normalmente”.

De las familias que apenas cuentan con un celular o computadora vieja para 3 ó 4 niñes. De los que viven hacinados y que su preocupación mayor es procurar un plato de comida a sus hijes. De los que sí tienen condiciones, pero que combinar el teletrabajo y la educación virtual de sus hijos, se transforma en una tarea titánica. Que esta enseñanza virtual sólo plantea un uso pasivo de la tecnología, en donde los niños, niñas y adolescentes se ven sobre-exigidos a cumplir, sin ninguna motivación a la vista.

Al parecer, somos muchos a los que se nos ha dado por escribir y contar lo que se siente, o analizar las consecuencias de todo lo que está pasando en la educación virtualizada.

Pero, como dice el educador popular Nano Balbo, ante esta pandemia, estamos en las mejores condiciones para pensar en otra educación. En otra forma de construir conocimientos y en otra manera de pensar una escuela que le sirva a nuestro pueblo y deje de dar respuesta al mundo globalizado. Que nos permita construir otro mundo.

Hoy, el conocimiento que circula en las escuelas está en manos del poder hegemónico. Seguimos “viviendo” una escuela que excluye, fragmenta y perpetúa la desigualdad. A pesar de los miles de maestros y maestras que intentan de-construir esos paradigmas. Seguimos enseñando en una escuela que forma para la pasividad que requiere el mercado. Una escuela con conocimientos científicos totalmente desactualizados y casi inservibles.

Cuando el mundo salga de esta crisis, estaremos frente a un cambio cultural, económico y social. Y seguramente, va a cambiar la forma de trabajar, con más teletrabajo y con condiciones de mayor flexibilidad, que habrá que poner en discusión. Y la educación no estará ajena a estos cambios. Pero esto no nació con el coronavirus. La crisis y fragilidad ya eran parte del modelo neoliberal, y como siempre, la sufríamos y seguiremos sufriendo la clase trabajadora y el pueblo.

Por ello, como educadores y educadoras, tenemos una gran oportunidad y un gran desafío. Podemos y somos capaces de producir un despertar distinto. Es momento de armar más redes virtuales, hasta que podamos hacerlas presenciales, de debate y reflexión. Desde abajo. Desde las escuelas y espacios educativos de cada rincón de nuestro país. De construir colectivamente para abrazar nuevos conocimientos que nos permitan interpelarnos y pensar en el para qué educar, el cómo hacerlo, para quiénes, en dónde y en qué escuela queremos y necesitamos, como siempre nos enseña Marco Raúl Mejía.

Que nos permita, como hoy lo hacen muchos, construir una formación docente contra-hegemónica que rompa con la escuela que hoy tenemos. Que no intente maquillar una escuela que no nos sirve. Que genere el diálogo de saberes con aquellos a los que pretendemos educar. Que incluya las concepciones de vivir el mundo del movimiento feminista, de los movimientos ambientales y de los pueblos originarios. Que rescate las experiencias históricas y actuales de la pedagogía crítica y de la educación popular latinoamericana y argentina para pensar en otra sociedad.

Es hora de devolvernos nuestra identidad como educadores y educadoras, capaces de construir una escuela que parta de los intereses de los sectores populares, de una sociedad distinta, con una concepción del mundo con y desde su mirada. Una educación que se vincule con el planeta, los bienes comunes y la naturaleza con respeto, cuidado y complementariedad, sin depredarla.

Es hora de recuperar la pedagogía. Es hora de construir desde nuestras utopías.

Por Laura García Tuñón, Educadora, Encuentro entre Docentes y Educadorxs Populares (ENDYEP)


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