Hoy se cumplen 14 años de la segunda desaparición forzada de Jorge Julio López, detenido sobreviviente de la última dictadura militar que fue visto por última vez el 18 de septiembre de 2006 luego de que prestara un testimonio clave en el juicio contra el genocida Miguel Osvaldo Etchecolatz.
“La particularidad que tiene la desaparición de López es su condición de doble víctima que desapareció durante la dictadura, la sobrevivió, pero cuando fue a dar testimonio volvió a desaparecer”, expresó, en entrevista con FM La Barriada, el periodista y autor del libro “En el cielo nos vemos” que recorre la vida de Jorge Julio López, Miguel Graziano.
“El juicio de Etchecolatz fue el primero que se inició después de la derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, sin que se hubiera hecho un trabajo de inteligencia que contemplara la posibilidad de que viejos operadores de los grupos de tareas pudieran estar aún en actividad, como es evidente que sucedió”, cuestionó.
En este sentido, recalcó que los compañeros de Julio López que militaban en La Plata denunciaron esta situación “desde el primer día” pero el gobierno de aquel entonces “prefirió abonar la hipótesis del viejito perdido”.
“De acuerdo a la investigación y los testimonios de los propios compañeros, no hubo una situación de violencia en la segunda desaparición de López, sino que aparentemente mantuvo comunicación con alguien o algo lo hizo salir de su casa por su propia voluntad”, señaló.
“Él siempre tuvo una cuestión de ser un hombre que guardaba secretos. Es muy probable que esta segunda desaparición tenga algo que ver con esa manera que tuvo de sobrevivir estando sometido a un silencio social y familiar, una forma de no complicar ni comprometer a los demás, de cuidar a su entorno y a sus compañeros”, comentó.
Al respecto, recalcó que mucha gente secuestrada durante la dictadura no pudo hablar después “por la condena social del “por algo será”, “algo habrán hechos”, por un silencio social y otro impuesto por la familia”.
“Como López salió cuando todavía era dictadura, le prohibieron de hablar de ese tema. Incluso la primera vez que sus hijos escucharon su testimonio fue cuando habló en el juicio a Etchecolatz”, indicó.
Sin embargo, según relató, López “siempre quiso dar testimonio”, y por eso escribía de forma clandestina en su casa su historia, escondiendo los papeles para que su esposa no las rompiera si las encontraba.
“Con el paso de los años se empezó a encontrar con compañeros, también de manera clandestina, aunque fuera en plena democracia”, manifestó.
Por otra parte, aseguró que la desaparición de López fue “un acontecimiento planificado”, que lo diferencia de casos como el de Santiago Maldonado que se dan en contextos de represión o violencia policial.
“Es un crimen particular en el sentido que la desaparición fue planeada y que todavía no se sabe nada”, declaró, exponiendo que también “se puede presumir la participación de la policía bonaerense a partir del trabajo malísimo que hizo la justicia”.
Al respecto, criticó que nunca se haya seguido la pista de quiénes visitaban a Etchecolatz en la cárcel ni qué personas podrían haber estado “interesadas en que López no declarara nunca más” porque las había nombrado en su testimonio.
“A 14 años no hay gente procesada por su desaparición. Tanto el gobierno como la justicia prefirieron que quede en la impunidad y el fracaso”, afirmó.
Fuerza residual
Además, Graziano remarcó que la policía bonaerense durante la última dictadura cívico militar “tuvo un rol muy activo y específico” como no ocurrió en otros lugares donde la principal fuerza represiva era el ejército.
“Esta cuestión también la denunciaron los compañeros de López”, destacó, refiriendo que aproximadamente nueve mil policías que habían estado cumpliendo alguna función durante la dictadura siguieron en ejercicio.
“La provincia de Buenos Aires tuvo la particularidad de que muchos centros clandestinos funcionaron en los mismos lugares donde había un destacamento oficial. De un lado de la puerta la comisaría funcionaba de forma tradicional y del otro era un centro clandestino, es decir, fueron efectivos policiales que por lo menos sabían lo que pasaba”, planteó.
“No se puede decir que la gente que trabajaba y cumplía horario ahí no tenía idea de que había torturas, gente encapuchada, hacinada, violada y sacada de allí que luego no aparecía nunca más o muerta en un enfrentamiento”, advirtió.
“Quedó en la fuerza mucho residual de lo que había sido la dictadura y los que habían estado más comprometidos se reciclaron en negocios que tienen que ver con todos los delitos que maneja la policía, desde el juego clandestino hasta la trata de personas”, denunció.
Foto: Radiofónica
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