Jornada XXVIII Florencio Varela

por Neli Bartucci

Si buscamos el significado de negacionismo, encontramos que se trata de la negación de realidades específicas demostrables científicamente, incluidos hechos históricos, con el Holocausto sirviendo como referencia primordial. El primero en aplicar esta teoría fue, precisamente, un escritor alemán, quien afirmó que “no fueron 6 millones de judíos” las víctimas de ese genocidio, y lo utilizó como último recurso revisionista para defender y minimizar las atrocidades cometidas por el régimen fascista de Hitler y aliados. A partir de entonces, en todos los Estados donde se han perpetrado este tipo de actos contra sus ciudadanos, existen individuos y organizaciones que se dedican a negar sistemáticamente esos hechos. Este fenómeno se puede observar en la actualidad, en vivo y en directo, con lo que está ocurriendo en la Franja de Gaza, donde el Estado sionista, bajo excusas insostenibles, bombardea hospitales, mata civiles, y viola sistemáticamente todos los derechos humanos de mujeres y niños inocentes. La realidad del pueblo palestino se oculta y se niega con la complicidad de los medios hegemónicos de comunicación, quienes hacen de herramienta cultural divulgativa del poder político y económico concentrado, justificando lo injustificable.

 Veamos qué sucede en Argentina, que tiene por costumbre cuestionar la cantidad de desaparecidos. Históricamente encontramos que el primero en negar su existencia fue el propio Videla, quien en una entrevista para un medio extranjero declaró: “los desaparecidos no existen, no están ni vivos ni muertos, están desaparecidos”. Esta fue una de las expresiones más crueles que ha dejado la dictadura, y que ha calado hondo en cierta parte de la sociedad; en ese momento, a los familiares de desaparecidos ya no nos quedaban lágrimas por derramar y nos encontrábamos en completo desamparo. ¿Cómo luchar contra aquello que nos niega y nos anula?

 Para empezar a desarmar este discurso, debemos entender que el negacionismo se fundamenta en la crueldad, el odio y la mentira, ya que objetivamente no se puede negar la evidencia que durante 48 años hemos aportado una y otra vez sobre lo que sucedió con nuestros familiares desaparecidos. Vemos además que este accionar se repite una y otra vez en la actualidad, en casos como los de Lautaro Morello, Lucas Escalante y Nahuel Sanabria, cuyos familiares padecieron el mismo sufrimiento al negarles información y esgrimiendo excusas inverosímiles en contra de los pibes. El patrón que utiliza el poder es el mismo: se intenta implantar en el inconsciente colectivo que quienes fueron secuestrados, torturados y asesinados, o no existieron – “no son 30000”, “los desaparecidos no existen” -, o no son inocentes y en cierto punto merecían ese destino – “algo habrán hecho”, “fue una guerra” -.

Pero para negar lo evidente no sólo se necesita un discurso, sino que también se necesitan cómplices, como los que hubo y hay aquí en Varela, como lo son los bien conocidos Luis Genoud y Chicho Basile, quienes con su accionar y su complicidad se beneficiaron política y económicamente. Como a cualquier animal, se los premia por sus actos. Y vaya si se los ha premiado, sobre todo con su impunidad. En ellos cabe a la perfección el dicho popular “por alcanzar el poder venden hasta a sus padres”, aunque el tiempo ha mostrado sus verdaderas caras y al recordarlos sólo pueden venir dos palabras a nuestras mentes: ‘corruptos’ y ‘traidores’. Traidores a sus compañeros, traidores al pueblo, traidores a la patria.

 Así es que hasta en la actualidad, el poder varelense no pierde sus vicios y vuelve a repetirse: la fiscal Mariana Dongiovanni, quien asumió su cargo de la mano de Genoud y es aliada de los sectores políticos más nefastos de esta ciudad, es quien se encargó de la investigación de los crímenes contra los pibes anteriormente mencionados, además de la tremenda Masacre de Senzabello, y su incompetencia, o más bien su complicidad y corrupción, ha llevado a que estos crímenes terminen en la impunidad más extrema. Como podemos ver, el poder siempre encuentra nuevos seres a quienes premiar por sus acciones.

 Ahora, con el nefasto gobierno que estamos padeciendo, donde miles de trabajadores están perdiendo sus trabajos y ciertos sindicatos muestran poca o ninguna reacción, relaciono la palabra negacionismo con entreguismo. La cúpula sindical, con su nula intervención frente a los despidos masivos, niega de forma sistemática el padecer el pueblo o, en el peor de los casos, lo avala. Vemos a diario como los organismos estatales envían a sus trabajadores, de forma perversa, mensajes de correo electrónico o de WhatsApp a cualquier hora del día informando sus despidos. Lo más triste y agobiante es ver como una parte de la sociedad, viciada por estos discursos entreguistas, justifica estos despidos, deshumanizando a pares que salen día a día a buscar el pan para llevar a sus familias. Aún ante tamaña muestra de crueldad, los burócratas siguen en sus sillones, reuniéndose con los verdugos del pueblo, y negociando a nuestras espaldas. Y así vemos como se repite las premisas básicas del negacionismo: crueldad, odio y mentira.

 Personalmente viví esta situación en los años 90, cuando el riojano privatizó todas las empresas estatales y dejó a miles de trabajadores y trabajadoras en la calle – yo una de ellas – con argumentos llamativamente similares, y con la complicidad de los de siempre. Es por eso debemos aprender de la historia, y entender que este accionar no es novedoso; simplemente vinieron a completar el plan de Martínez de Hoz, ministro de economía durante la última dictadura, quien comenzó un proceso de desindustrialización, miseria y hambre planificada, dictado por los poderes geopolíticos hegemónicos, y que continuaron Menem, De la Rúa, Macri, y finalmente hoy Javier Milei.

 Ofrezco mi solidaridad a todos los compañeros y compañeras que hoy están sufriendo el ataque de este gobierno hambreador y violento, y les insto a que tengan fuerzas para seguir adelante. Piensen en quienes hemos combatido los ataques de los genocidas, de los negacionistas del pasado, y junten fuerzas: no regalemos el futuro de nuestro país y el de los que vienen detrás nuestro. Hoy más que nunca debemos estar juntos. Para terminar, les quiero leer una frase de Hebe de Bonafini que hace poco escuché: “a tomar aire, respirar profundo y a seguir en la lucha para que en algún momento todo sea como lo soñamos”. Hasta la victoria, ¡siempre!


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