¿CÓMO SE FINANCIA LA POLÍTICA EN FLORENCIO VARELA?

Con la vuelta a la democracia el 10 de diciembre de 1983, luego de la feroz dictadura, fueron surgiendo prácticas políticas que dañaron el sistema democrático y Florencio Varela no fue la excepción

Los partidos políticos, en la apertura democrática, afrontaban las campañas electorales de tal o cuál manera dependiendo sí eran gobierno oficial u oposición aunque, en ambos casos, un apoyo económico de estos eran los banqueros del juego ilegal que repartían dinero según las chances electorales, las relaciones personales y alguna adhesión política al peronismo o al radicalismo.

En los primeros años de la vuelta a la democracia el peronismo local empezó a utilizar los recursos del gobierno municipal «en beneficio propio» y se imprimían los materiales de campaña con fondos municipales, se usaban los vehículos municipales y alguna que otra empresa beneficiada por una licitación estatal ponía dinero.

Durante años este peronismo local montaba su propio Centro de Cómputos dentro del municipio usando para sí los recursos informáticos.

A mediados de los 90, la frase «hay que buscar fondos para financiar la política” ya no se refería a la campaña electoral sino a sostener un «aparato político que perdurara todo el año y que creciera con el paso del tiempo”. Así, el deterioro de las prácticas políticas varelenses empezaba un camino sin retorno.

La voraz búsqueda de fondos para financiar la política partidaria empezó también a financiar las vidas personales de algunos personajes del sistema democrático local  y se empezó a armar el sistema de recaudación utilizando al propio gobierno municipal como facilitador de esa  “recaudación ilícita”.

Con la llegada de Julio Pereyra se consolida la fase del «retorno» a la obra pública de una manera más que “particular”: con cualquier contrato que el municipio realizara se fijaban tarifas que, por ejemplo, rondaban el 15%, es decir, sí una empresa hacia una cuadra de hormigón salía 15% más cara pero, por supuesto, el empresario la realizaba de menor calidad y quiénes debían controlar miraban para otro lado.

Ese sistema que se instala como algo natural donde quiénes ocupan cargos públicos y quiénes militan aceptan que «no hay otra forma de hacer política” va creciendo en volumen y un puñado de dirigentes empiezan a necesitar un nivel de vida cada vez mejor y mayor en cuánto a estas prácticas.

Por tanto, ese puñado de dirigentes encabezados por Julio Pereyra empezaban a mostrar casas importantes como la construida por el mismo Pereyra en el barrio Don Orione. Mientras queotros, como Julio Carpinetti, comenzaban a gozar de la vida en importantes Casas- Quintas.

Durante el menemismo, muchos dirigentes políticos empezaron a gozar de “una buena vida o vida bien”, de modos muy similares a la de los empresarios. Tal es así que los viajes en aviones privados eran un síntoma de poder y Julio Pereyra (acompañado por su entonces ladero “El Pájaro” Ríos) emprendió un viaje a Mar del Plata en una avioneta que casi se cae, paradojalmente aprendieron de esa forma, “dándose esos lujos” que una avioneta no era un jet privado.

Por otro lado, también en los ‘90, el empleo público comienza a ser el modo de pago a los militantes que sostenían las campañas para ingresar al municipio en principio y luego ir “peleando” las categorías y cargos para ascender y mejorar la posición económica.

Así pues, el reparto de contratos municipales no era patrimonio del gobierno municipal, los bloques de concejales opositores sí acaso pretendían acceder a más empleados que los que les correspondía a cada Bloque con representación legislativa debían transformarse en «opositores dóciles» o esos contratos finalizaban al final del próximo mes.

De esa manera el aparato político oficialista era cada vez más poderoso y necesitaba un mayor flujo de dinero que provenía de «diferentes cajas políticas», algo de ese dinero colaboraba con campañas opositoras. Esto también empezaba a ser “natural/ normal”.

Y a medida que las sucesivas crisis económicas golpeaban la Argentina, en nuestro municipio la creatividad buscaba formas de mejorar los magros sueldos municipales de intendentes, funcionarios y algunos concejales dependiendo siempre de “cómo se portaran”. Dos concejales radicales, por ejemplo, accedieron en los ‘90 a qué sus autos sean reparados por proveedores municipales con (por supuesto) fondos del municipio. Igual ellos no fueron los únicos.

Los sobresueldos a miembros del sistema político con el argumento de «no se puede vivir con estos sueldos” se instaló como un plus que permitió que empezaran a aparecer las Casas Quintas que nombramos, los viajes al exterior, las múltiples amantes, las ropas caras y un nivel de vida que no podían ni querían ocultar.

Así las cosas, claro, hizo que los partidos políticos opositores “desaparecieran” y se “transformaran” en parte del aparato oficialista manteniendo estas formas y mecanismos de acción. Pasaban a, simplemente, disimular cada tanto realizando un pedido de informes. En realidad, eran y son lo mismo. Sin ir más lejos, un dato que muestra que los bloques opositores eran apéndices del poder local histórico es que el 80% (al  finalizar su mandato) se convertía/ convierte en empleado o funcionario municipal.

Entonces, quizás, uno de los personajes emblemáticos de la farsa opositora es “Rodolfo Fito Calvi” que hace mucho es parte del peronismo ya sin ningún disimulo. Así se manejan. No es magia, es impunidad.

Y un ejemplo aún más claro, de todo esto que narramos aquí, fue la  investigación a Daniel Zisuela y los numerosos diálogos mediante audios de WhatsApp que éste tuvo con otros funcionarios; de ellos quedó al descubierto como el dinero negro se repartía para habilitar mercados chinos, o para aprobar líneas de colectivos y cuando hablaban del pago se referían a “claveles o botines de fútbol”. Pagos que beneficiaban a todos: oficialistas y opositores.

El aparato político oficialista necesita cada vez más dinero para funcionar de manera diaria, realizar campañas millonarias y solventar los patrimonios de un puñado de jerarcas, esto sigue así actualmente. Pero, ¿quién pone esa plata? En los pasillos del poder, en las últimas décadas, se consolidó la versión de que, además, la Policía Bonaerense se transformó en una aportante cotidiana. Un dato fehaciente muestra esa relación entre la política y la bonaerense, más de 40 jefes policiales terminaron de funcionarios municipales al finalizar, en la mayoría de los casos, sus espantosas carreras policiales.

Siguiendo el análisis ya nadie duda que la Bonaerense recauda la mayor parte del dinero del cobro al narcomenudeo. Obviamente que sí parte de esas “recaudaciones”  llega a la política local estamos en un camino sin retorno.

En suma, fondos de la Bonaerense, loteos truchos, tosqueras, coimas en contratos municipales y otras cajas ilegales transformaron a los partidos políticos, especialmente al Justicialismo Local, en los grandes responsables del descreimiento generalizado en la política.

Y, desde ya, es lógico que este análisis y toda la información que aquí compartimos va a ser negado por los protagonistas y hasta ensayarán, seguramente, sentirse afectados en su buen nombre y honor. No obstante, les decimos que no se esfuercen porque gran parte de la población sabe la verdad y ya los conocen.


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