Quienes integran el círculo más cercano de Julio Pereyra conocen sus diferentes etapas místicas y como circularon a su alrededor personajes diversos que, por supuesto, siempre representaron el gasto de los recursos municipales de Florencio Varela.
Julio Pereyra, a comienzos de su vida política, era evangélico pentecostal (al igual que su primera pareja) pero, rápidamente, entendió el peso que tiene la iglesia católica así que, también, fue parte de actividades de ese culto mayoritario.
Seguramente la alternancia entre la fe evangélica y las creencias católicas no brindaban las respuestas que precisaba el conductor del peronismo local, tal es así que, al igual que otros políticos, recurrió a “videntes” y “aprendices de brujas” para saber los devenires futuros.
Todavía nuestra ciudad cuenta con los vestigios de esos delirios místicos, expresados en obras públicas, como por ejemplo “el camino de la felicidad” (que nacía en la fuente de la Curva de Berraymundo y terminaba en la fuente de Monteagudo y Presidente Perón).
Ese “camino” significó un gasto enorme por parte del municipio, mal invertido en flores y fuentes que nunca funcionaron bien, y a sabiendas de la escasez de agua que padecían los/ as vecinos/ as varelenses, en sus casas.
Por otro lado, el referente máximo del justicialismo local, supo vincularse a la Asociación Mokichi Okada que durante mucho tiempo colaboraba con “su armonización personal”. Por ello era común ver las ornamentaciones florales en su oficina que, desde ya, se pagaban, una vez más; con salarios municipales.
Empero, quizás, el momento de mayor deriva mística se produjo con la llegada de la “Asociación de Meditación Trascendental” que, a cargo del doctor Germán Martina, abrió sus puertas en un importante chalet sobre Avenida San Martin (dónde hoy funcionan oficinas municipales). Será que, en aquel caso, ¿también las abonaría el municipio?. Claramente aquí no nos extrañaría que fuese así, ya que, no se trataría de un delirio sino más bien de un modus operandi del pereyrismo: ¡a la orden del día para malgastar fondos públicos!.
Esa corriente de “meditación” tenía como líder supremo, y fundador, a Maharishi Mahesh Yogi (un caudillo espiritual hindú) y contaba con sedes en diferentes países. Tal fue el protagonismo de este movimiento espiritual en nuestro distrito que, además de abrir oficinas, se había anunciado en medios nacionales la creación (entre el año 2009 y 2013) de un barrio cerrado de 12 hectáreas, en la zona de Villa Brown Rural. Ese “barrio espiritual” que se denominaría Vastu Maharishi contaría con 95 viviendas, escuelas primarias, secundarias y hasta una universidad y moneda propias. Un dato curioso resultó, a su vez, que (según el secretario de obras públicas de aquel entonces, Tomas Vanrell) tendría una construcción de vidrio de 12 pisos llamada “la torre de la invencibilidad”. Y, no es menor que, volviendo a la típica malversación de los caudales públicos, fue el mismísimo Pereyra quién prometió “facilitar los medios para que el proyecto pueda concretarse”. Sin embargo, al ser consultado por esos mismos medios nacionales, “curiosamente” lo negó aludiendo que “solo se trataba de un emprendimiento privado”. Como verán, las búsquedas “interiores” y religiosas (del “aliado espiritual” Julio Pereyra y su entorno) fueron diversas, contradictorias entre sí pero, sin ningún lugar a dudas, siempre financiadas con fondos municipales. Además, es sabido que en los tiempos que Pereyra era fiel devoto de Maharishi Mahesh Yogi numerosos funcionarios se ponían túnicas naranjas y eran parte de las clases de meditación. Entonces, ¿acaso sufría de “amnesia selectiva” a la hora de admitir que el municipio solventaría dicho proyecto?.
Más nefasto aún sería el tradicional discurso que repetía como un mantra: “que el problema de nuestra ciudad no era la pobreza económica sino la espiritual”. Con total impunidad, y falta de ética, insistía con esto mientras apretaba una pelotita “anti estrés”, con su mano izquierda, pero se enriquecían él, y sus discípulos, con las dos manos. Fueron épocas “muy raras” porque, por ejemplo, Pereyra no aceptaba abrazos porque afirmaba que “le quitaban la energía”. Esta situación era difícil de explicar en la militancia, aún así ¡había que cuidar al conductor!.
No caben dudas de que la fe es un acto individual que merece respeto y, claramente, muchas corrientes que apelan a la meditación ofrecen aportes muy importantes para la sociedad. ¡No es el caso de los desvaríos oportunistas, e interesados, del Pereyrismo!. Aquí la discusión es otra.
Según fuentes municipales, Julio Pereyra y el puñado de seguidores que se enriquecieron hasta el hartazgo construyen sus caminos de fe con dinero estatal y una temible doble moral.
Mientras la ciudad era saqueada y sumida en la pobreza repetían que “había que luchar contra el déficit espiritual y no en contra de las horrendas medidas económicas que acrecentaban las carencias de los/ as vecinos/ as y que, obviamente, ellos mismos promulgaban”. A todas luces una burla más de las tantas que soportamos desde hace más de tres décadas.
Al proceso político, iniciado en 1992 con la llegada de Julio César Pereyra a la intendencia y en impune alianza con Luis Esteban Genoud, Graciela María Giannettasio y Carlos Miguel Kunkel, ¡no podían faltarle delirios místicos y los tuvieron por doquier!.
La ciudad sigue en manos de Julio Pereyra que, probablemente, siguió luchando contra la pobreza espiritual pero siempre en pos de aumentar el patrimonio propio y el de su séquito. Seguro para ellos su economía está resuelta hace mucho mientras crece el descontento, y la marginalidad, en la Varela real. Varela que no tiene ideas delirantes y, mucho menos, aquellas que aparecen solo según las conveniencias de un sector (cómodamente instalado) que subordina y oprime a quiénes, en realidad; debería garantizarles la defensa de todos sus derechos.
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