“No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.”Walt Withman
Desde el inicio, el actual gobierno ha intentado avanzar sobre la cultura restringiendo su desarrollo y acceso. Un aspecto más que vincula las prácticas de LLA con la dictadura.
A través del Decreto de Necesidad y Urgencia 70/2023 (DNU), y el proyecto de la denominada Ley de bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos (Ley Ómnibus) el actual gobierno desplegó un inmenso e inédito plan para profundizar el saqueo del país y el ajuste sobre la enorme mayoría de la población.
En ambos documentos se contemplan los más diversos aspectos de la vida de nuestra sociedad en nombre de la necesidad de “reconstruir la economía del país”, y a su criterio la cultura es uno de ellos.
Mientras el DNU sigue vigente en tanto no sea tratado por la Comisión Bicameral, el proyecto de la Ley Ómnibus dio marcha atrás, sin embargo, más allá de las herramientas que se intenten utilizar es claro el objetivo del gobierno de avasallar cuanto derecho se ha ganado a lo largo de siglos.
Veamos algunas medidas que se intentan tomar y que ayuden a pensar el por qué ir contra la cultura:
- Desfinanciamiento y vaciamiento del Instituto Nacional de Cine y Arte Audiovisuales (INCAA), Fondo Nacional de las Artes (FNA), Instituto Nacional de la Música (INAMU) y Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP). Dejar sin financiamiento estos organismos será una traba enorme para el desarrollo de las artes en nuestro país en el cine, la música, el teatro, la danza, las artes plásticas y la literatura dejando estas áreas solo accesibles para quienes puedan pagarlas, tanto su producción como su consumo.
- Derogación de los fondos asignados al Fondo de Fomento Concursable para Medios de Comunicación Audiovisual (FOMECA), disolución de la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual y habilitación al Poder Ejecutivo para intervenir y eventualmente privatizar los medios públicos. Estas medidas atacan directamente la libertad de expresión, producirían el cierre de medios comunitarios y la pérdida de los medios públicos; lo que llevaría nuevamente a la concentración de la información a medios privados y multinacionales.
- Cierre del Instituto Nacional del Teatro (INT). Este organismo perdería su autarquía al “traspasar” sus funciones y recursos a la Secretaría de Cultura, generando despidos, el cierre del organismo y la pérdida de oportunidades para la formación de actores y actrices, y la producción teatral.
- Derogación de la Ley de protección a la actividad librera. Esta ley establece un precio uniforme de venta al público, la ausencia de ella provocaría la concentración del mercado en las multinacionales de libros generando la caída de librerías y editoriales independientes, perjuicios a escritores y escritoras, el aumento sin tope de los libros y obviamente, mayores dificultades para el acceso a los mismos de lectores y lectoras.
En estas medidas vemos que bajo el discurso de “reducción del gasto público” se encuentra la concentración de medios en manos privadas, lo que significa por un lado un beneficio económico para el sector privado, y por otro lado el control sobre los bienes culturales del país ¿Qué miramos? ¿Qué leemos? ¿Qué escuchamos? ¿Quiénes pueden hacer cine, teatro, música, pintura, danza, literatura? ¿Qué voces y miradas tendrán lugar en el arte y cuáles serán censuradas? Accederemos a lo que “ellos” decidan y lo harán quienes “ellos” quieran.
No es una cuestión meramente económica, a la derecha no le gusta el arte, no le gusta que los sectores más empobrecidos tengan acceso a él porque el arte desafía, denuncia, sensibiliza, hace visible lo oculto, llama a reflexionar. El arte para ellos es un privilegio y una mercancía, por eso quieren ponerle precio y evitar que les de abajo accedan a él.
En este punto las políticas de LLA se vuelven a dar la mano con la dictadura cívico eclesiástica empresarial militar.
Durante la dictadura el ataque al arte fue feroz se censuraron artistas y obras de todas las ramas, se hicieron quemas de libros, “racias” en determinados recitales, censura a periodistas y medios de comunicación, se frenaron obras públicas como la construcción del Teatro San Martin o la mismísima Biblioteca Nacional, se prohibieron los carnavales y toda expresión popular.
Exponentes de la música como Mercedes Sosa o Charly García, de la literatura y el cancionero infantil como María Elena Walsh, de la literatura como Germán Oesterheld, de la actuación como Norma Aleandro y Alfredo Alcón o del periodismo como Rodolfo Walsh, entre cientos más, fueron perseguides y en algunos casos torturades y desaparecides. Enormes artistas que contribuyeron al crecimiento de nuestra cultura y que llevaron nuestro arte al mundo fueron marcados con la violencia y la muerte por un gobierno genocida. Obras invaluables fueron condenadas a la clandestinidad porque de pronto leer un cuento, escuchar una canción, mirar una película, admirar un cuadro o ver una obra de teatro era un acto altamente peligroso que podía llegar a pagarse con la propia vida.
¿Por qué ese interés profundo de los militares hacia el arte? ¿En qué punto el arte podría ser peligroso para un gobierno?
Porque a la derecha no le gusta el arte, el arte es subversivo, en su constante proceso creativo revierte el orden establecido y nos da la oportunidad de imaginar, de vislumbrar, de soñar y crear una realidad diferente. Ser parte de una experiencia artística no solo estimula nuestra mente, sino que alimenta nuestras emociones, crea lazos, puede traer belleza donde hay horror. Claro que a la derecha no le gusta el arte porque nos quieren sumisos, calladas, desmoralizados, aisladas.
Imaginate la vida sin esa canción que te impulsa en el día más gris, esa película que te hizo doler la panza de risa o te emocionó hasta las lágrimas, esa serie que te hace sentir la heroína de la historia, ese cuento que te desconcertó y te hizo pensar que las cosas puedes ser diferentes, esa fotografía que te mostró que tu realidad también puede ser una obra de arte, ese cuadro que te mostró que hay muchas cosas por conocer. Que triste sería la vida sin ellos.
Imaginate que los cientos de pibes y pibas que sueñan con subir a un escenario para alzar su voz, para interpretar infinitos papeles, para conmovernos con su baile o con un instrumento, que desean estar un día en una pantalla gigante, que aspiran a que sus cuadros se expongan o ver su libro en las estanterías y brindar algo maravilloso al mundo deban renunciar porque eso solo es para quienes pueden pagarlo. Que vacía se volvería la vida para elles y para nosotres.
El arte no es una mercancía, es un derecho. En 1976 la respuesta fue la resistencia, las personas enterraron en sus jardines libros envueltos herméticamente, metieron discos en sótanos y altillos, memorizaron canciones, hicieron espectáculos clandestinos defendiendo hasta el fin su derecho a expresarse y preservaron hasta nuestros días ese testimonio.
Hoy nos toca a nosotres no dejarnos domesticar, no dejarnos silenciar, no dejarnos aislar. Resistir, insistir y persistir.
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